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Freud: Textos fundamentales en orden cronológico (VIDEOTECA)

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Acerca de este curso

Un recorrido claro, profundo y organizado por los escritos esenciales de Sigmund Freud, desde sus primeros estudios sobre la histeria hasta sus últimas reflexiones sobre la cultura y el porvenir del psicoanálisis. Este curso te guía paso a paso por la evolución de sus ideas —el inconsciente, la transferencia, la metapsicología, el narcisismo, la pulsión de muerte, la técnica y la cultura— para comprender cómo se construyó el pensamiento freudiano y cómo leerlo de manera rigurosa, accesible y clínicamente útil.

 

¿Qué aprenderás?

  • Comprender la evolución del pensamiento freudiano desde sus primeros textos hasta sus obras finales.
  • Identificar los conceptos fundamentales del psicoanálisis y cómo se transforman a lo largo de la obra de Freud.
  • Situar cada texto en su contexto histórico, clínico y teórico.
  • Reconocer las etapas clave del desarrollo freudiano (histeria, metapsicología, narcisismo, segunda tópica, cultura).
  • Analizar y traducir conceptos complejos en un lenguaje claro y aplicable clínicamente.
  • Diferenciar textos clínicos, introductorios, metapsicológicos y teóricos.
  • Entender cómo Freud construye el psicoanálisis a partir de problemas clínicos reales.
  • Aplicar los conceptos freudianos en entrevistas, procesos terapéuticos y análisis de casos.
  • Superar la lectura fragmentada y comprender la lógica interna de toda la obra.
  • Construir una base sólida para estudios posteriores en teorías psicoanalíticas contemporáneas.

Contenido del curso

Bonus

  • Guía Práctica: Cómo Leer a Freud Sin Perderse

Primer periodo (1893–1905): Nacimiento del psicoanálisis
Etapa centrada en la histeria, el trauma, la sexualidad y la técnica inicial. 1893–1895 – Estudios sobre la histeria (con Breuer) 1895 – Proyecto de psicología para neurólogos (inédito en vida) 1896 – La herencia y la etiología de las neurosis 1896 – La etiología de la histeria 1897 – Carta 69 a Fliess (Renuncia a la teoría de la seducción) 1899 (1900) – La interpretación de los sueños 1901 – Psicopatología de la vida cotidiana 1905 – Tres ensayos para una teoría sexual 1905 – El chiste y su relación con el inconsciente

Segundo periodo (1905–1914): Constitución del aparato psíquico y teoría sexual infantil
Entre 1905 y 1914, Freud desarrolla uno de los núcleos más importantes de todo su pensamiento: la conformación del aparato psíquico y la elaboración de una teoría sexual infantil que redefine por completo la comprensión del sujeto humano. Este periodo marca el paso de las primeras intuiciones clínicas a una arquitectura conceptual sólida. Aquí Freud no solo interpreta síntomas, sino que construye un modelo de mente que explica su funcionamiento. Todo inicia en 1905 con Tres ensayos para una teoría sexual, donde Freud plantea su tesis más escandalosa y revolucionaria: la sexualidad no empieza en la pubertad, sino en la infancia, organizada en etapas y zonas erógenas que dejan huellas permanentes en la vida adulta. A partir de esta idea, la neurosis deja de ser un fenómeno externo o circunstancial y se convierte en una historia del deseo, inscrita desde los primeros años de vida. El Edipo, la fantasía, las pulsiones parciales y las fijaciones se convierten en ejes para comprender los conflictos psíquicos. En estos años aparece también el concepto de represión, uno de los pilares del psicoanálisis. Freud muestra que el sujeto no olvida porque quiere, sino porque debe: la represión es un mecanismo estructural que protege al yo de deseos incompatibles con su realidad o con la moral interiorizada. Lo reprimido no desaparece: retorna disfrazado en sueños, lapsus, síntomas y actos fallidos. Hacia 1914, con Introducción al narcisismo, Freud da otro salto decisivo: describe una fase en la cual el yo es el primer objeto de amor. Con esta teoría, integra la libido al funcionamiento del yo y plantea que el amor propio, la autoestima y la vulnerabilidad narcisista son piezas centrales de la vida psíquica y de la patología. Este periodo culmina con la formulación de la primera tópica, donde Freud organiza el aparato psíquico en tres sistemas: inconsciente, preconsciente y consciente. Esta estructura permite explicar cómo se forman, transforman y expresan los contenidos psíquicos. En conjunto, este segundo periodo funda la noción moderna de sujeto: un ser dividido, deseante, conflictivo y estructurado alrededor de la sexualidad infantil y sus destinos.

Tercer periodo (1914–1920): La metapsicología y el narcisismo
Entre 1914 y 1920 Freud entra en la etapa más compleja y conceptualmente exigente de toda su obra: el periodo metapsicológico. Aquí ya no se limita a describir síntomas, casos clínicos o procesos psíquicos observables en el análisis. Ahora intenta construir una arquitectura teórica profunda, un modelo general del aparato psíquico que permita explicar cómo funciona el inconsciente, cómo se producen los conflictos internos y cuáles son las leyes que rigen la vida pulsional. Este es el corazón más abstracto, más difícil y, al mismo tiempo, más fecundo del psicoanálisis. El punto de partida es Introducción al narcisismo (1914), donde Freud afirma que el yo no es solo un mediador entre las pulsiones y la realidad, sino también un objeto de amor y un depósito libidinal fundamental. Con esta idea inaugura una nueva visión de la mente: el yo está atravesado por deseos, proyecciones, idealizaciones y conflictos inconscientes. A partir de aquí, Freud se ve obligado a repensar todas sus categorías. Esto conduce a los artículos metapsicológicos de 1915, probablemente el corpus más difícil de su obra: Pulsiones y destinos de pulsión, Lo inconsciente, El duelo y la melancolía, La represión y Complejos familiares. En estos textos, Freud sistematiza los tres grandes puntos de vista de toda metapsicología: el dinámico, que explica el conflicto entre fuerzas psíquicas; el económico, que analiza la distribución de energía libidinal; y el tópico, que ubica los procesos en distintos sistemas del aparato psíquico. Estas tres perspectivas le permiten describir cómo se forma un síntoma, cómo opera la defensa, qué es la represión y por qué el inconsciente retorna disfrazado. Durante este periodo aparecen también sus elaboraciones más profundas sobre el duelo, la melancolía, la compulsión a la repetición y las primeras intuiciones de la pulsión de muerte. Freud observa que hay algo en el aparato psíquico que va más allá del principio de placer: una tendencia a la inercia, a la destrucción, al retorno de lo idéntico. Esta intuición cristalizará en 1920 en Más allá del principio de placer, donde introduce explícitamente la dualidad entre pulsión de vida y pulsión de muerte. En conjunto, este tercer periodo marca un salto teórico decisivo: el psicoanálisis deja de ser una teoría clínica para convertirse en una ontología del psiquismo, una explicación profunda sobre cómo se organiza el inconsciente, cómo se distribuye la energía libidinal y cómo se forman los destinos subjetivos.

Cuarto periodo (1920–1930): Giro estructural, compulsión de repetición y segunda tópica
El cuarto periodo de la obra freudiana marca un giro decisivo en la teoría psicoanalítica. Después de haber consolidado la primera tópica y la metapsicología clásica, Freud se enfrenta a fenómenos clínicos que ya no pueden explicarse únicamente por la represión, la sexualidad infantil o el principio del placer. Pacientes que repiten lo traumático sin aprender de la experiencia, sueños que no realizan deseos, conductas autodestructivas y situaciones donde el sufrimiento parece imponerse sobre el placer obligan a Freud a replantear el funcionamiento profundo del aparato psíquico. Este giro queda plasmado en Más allá del principio del placer (1920), texto que inaugura una nueva arquitectura conceptual. Freud introduce aquí la compulsión de repetición: la tendencia del sujeto a volver a experimentar lo doloroso, lo fallido, lo traumático, incluso cuando va en contra del placer. La repetición revela la existencia de fuerzas más antiguas y poderosas que el principio del placer. A partir de esto, Freud formula su hipótesis más audaz: la existencia de dos pulsiones fundamentales. Por un lado, Eros, pulsión de vida que tiende a unir, conservar, ligar y complejizar. Por otro, Tánatos, la pulsión de muerte, orientada a la reducción, la descarga absoluta y el retorno al estado inorgánico. Esta dualidad atraviesa toda la teoría posterior y transforma la comprensión del conflicto psíquico. Este periodo también está marcado por la creación de la segunda tópica (1923), presentada en El yo y el ello. Freud sustituye el modelo de consciente–preconsciente–inconsciente por un sistema estructural: ello, yo y superyó. El ello es el reservorio pulsional, caótico y atemporal; el yo es la instancia mediadora que negocia con la realidad, con el ello y con las exigencias morales; el superyó es la interiorización crítica de las figuras parentales, heredera del complejo de Edipo. Con este nuevo modelo, la personalidad humana ya no se explica solo por el conflicto entre deseo y defensa, sino por la tensión estructural permanente entre estas tres instancias. Finalmente, este periodo inaugura la mirada freudiana hacia lo social y lo cultural. Obras como Psicología de las masas, El porvenir de una ilusión y El malestar en la cultura amplían el psicoanálisis más allá del individuo, mostrando cómo el conflicto entre Eros y Tánatos se expresa en la vida colectiva, la religión, la moral y la civilización misma. Es un periodo de ruptura y reformulación: el psicoanálisis se vuelve más trágico, más complejo y más cercano a una teoría general de la condición humana.

Quinto periodo (1930–1939): Últimos textos, cultura, política y muerte
El último periodo de la obra freudiana está marcado por una mezcla de lucidez teórica, desilusión histórica y una escritura atravesada por la enfermedad, el exilio y la evidencia del ascenso del totalitarismo en Europa. Freud, ya debilitado por el cáncer y viviendo sus últimos años en Londres tras huir del nazismo, vuelve su mirada hacia los grandes sistemas simbólicos de la humanidad —la religión, la violencia, el Estado, la guerra— y reflexiona sobre el destino final del psicoanálisis como método y como teoría. Este periodo no produce nuevas estructuras metapsicológicas, pero sí una expansión crítica que busca pensar la condición humana desde sus límites más oscuros. Freud insiste en que la cultura es un intento siempre frágil de contener la violencia. La Primera Guerra Mundial había mostrado la insuficiencia del progreso y la educación para domesticar las pulsiones; la década de 1930 confirma sus peores pronósticos. En textos como ¿Por qué la guerra? (1932), escrito en diálogo con Albert Einstein, Freud describe la guerra como un fenómeno que emerge de la estructura pulsional misma: la agresividad no es un residuo arcaico que pueda ser eliminado, sino una parte constitutiva del aparato psíquico. El ser humano intenta sublimarla, controlarla o desplazarla, pero nunca puede extinguirla. La cultura, entonces, se ve obligada a equilibrar el poder destructivo de Tánatos mediante leyes, instituciones, acuerdos y educación; aun así, la violencia siempre encuentra nuevas formas de expresarse. Durante este periodo, Freud revisa también la función de la religión, no ya como ilusión individual, sino como dispositivo político-cultural. En Moisés y la religión monoteísta (1939), propone una tesis provocadora: el monoteísmo judío nace de un asesinato originario, y su fuerza histórica se debe a la persistencia inconsciente de esa culpa. Freud interpreta la religión como un sistema que organiza identidades, memorias colectivas y obediencias. La tradición religiosa se vuelve un fenómeno psíquico que atraviesa generaciones y configura estructuras de poder. Al mismo tiempo, Freud reflexiona sobre el destino del psicoanálisis en un mundo en crisis. En Esquema del psicoanálisis (1938), su último intento de síntesis, revisa la teoría pulsional, la segunda tópica, la transferencia y los sueños, y deja abierta la idea de que la clínica depende más del rigor y de la posición del analista que de sistemas teóricos cerrados. El psicoanálisis, para Freud, está destinado a sobrevivir no como dogma, sino como método para interrogar la verdad del deseo. Este quinto periodo muestra a un Freud concentrado en lo esencial: la lucha entre Eros y Muerte, los límites de la civilización y la pregunta por lo humano cuando toda ilusión se desgasta.

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